¿Soy normal?

 

Normal… ¿Qué diablos significa ser normal? ¿Y por qué nos preocupa tanto no serlo? 

 

Desde pequeños, nos enseñan que debemos ser normales. Entonces, evitamos a toda costa convertirnos en los “raritos” del salón.

 

Nos produce angustia sentir algo que nadie más siente, pensar algo que quizás nadie mas piensa, hacer cosas que otros no hacen. 

 

¡Qué terror ser diferente!

 

A lo largo de los años, medimos nuestro “progreso en la vida” comparándonos con la “gente normal”.

 

Pero… ¿quiénes son esos famosos normales de los que tanto se habla? ¿Acaso alguien en verdad los ha visto? 

 

Quizás me equivoque, pero me parece que eso de ser normal debe ser un mito o quizás una historia de terror para espantarle el sueño a los niños. 

 

Igualamos (incorrectamente) lo normal con lo ideal, con lo bueno, con lo que se espera de nosotros. 

 

No obstante, del otro lado de lo normal, creemos que se encuentra aquello que es aburrido, lo que no merece atención, lo del montón. 

 

Si algún día publico un libro, nada me decepcionaría más que escuchar a alguien decir que le pareció un libro normal.

 

¿Normal? ¿Te cae? ¡Preferiría que este lector hipotético declarara que nadie le ha sacado más bostezos que yo!

 

“¿Cómo está tu ensalada?” “Normal, creo que no la volvería a pedir”. 

 

Normal, equis… nada más que agregar.

 

“Un tipo normal, ya sabes”.

 

Pero, de nuevo, si alguien se atreviera a llamarnos anormales (no normales) nos pondríamos rojos del coraje o, ya de perdida, nos sentiríamos ofendidos, como si se tratara de un insulto.

 

Claro que hay que ser un anormal para ofenderse por un insulto así… ¿o es al revés? ¿Lo normal sería ofenderse? Ufff… ¡qué confuso es esto!

 

Normal… anormal… ¿Qué es mejor? ¿Cuál me define a mí de mejor manera? ¿En cuál quiero convertirme?… claro, si es que de verdad tengo posibilidad de elegir.

 

¿Es normal que no pueda controlar mis pensamientos? 

 

¿Es normal que no tenga ganas de levantarme de la cama? 

 

¿Es normal que llore en las películas? 

 

¿Es normal evitar las grietas del pavimento?

 

¿Es normal disfrutar de sacarme la cerilla de los oídos?

 

¿Acaso mi familia es normal? 

 

Pasamos la vida tratando de ser normales y, cuando por fin lo somos (o, mejor dicho, cuando creemos serlo), nos morimos de aburrimiento. 

 

Entonces, deseamos dejar de ser normales, hasta que llegan de nuevo las críticas.

 

Estrictamente hablando, la palabra normal sirve para designar aquello que respeta las normas, las reglas, ya sean las de la naturaleza o las humanas. 

 

¡Pero ni siquiera la naturaleza respeta las reglas! 

 

Si las reglas de la naturaleza fueran inviolables, no habría evolución posible: Todo habría permanecido como se dio en un inicio. 

 

Y es que cuentan los científicos que un buen día nació un pescado con patas… y mucho tiempo después, el tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-nieto de este anormal personaje se convertiría en el primer anfibio...

                                                    El primer anfibio normal, obviamente. 

 

A mí me gustaría conocer a una persona verdaderamente normal. 

 

Con una fisionomía normal, emociones normales, pensamientos normales...

 

Con un trabajo normal, hábitos normales, alimentándose y bebiendo normalmente...

 

Alguien capaz de bailar y jugar con normalidad (a menos que eso de bailar y jugar sea anormal, desde luego).

 

Me parece que conocer a una persona así de normal, me resultaría la cosa más rara del universo.