ADOLESCENCIA Y SOBREMODERNIDAD

 

ADOLESCENCIA Y SOBREMODERNIDAD

por MARIA ESPERANZA ALVARADO

 

"Veo mentes refinadas escrutar la llegada

de la invasión con los ojos clavados en el horizonte de la

televisión. Profesores competentes, que desde sus cátedras,

miden en los silencios de sus alumnos las ruinas

que dejado a su paso una horda a la que, de hecho,

nadie ha logrado sin embargo ver. Y alrededor de lo que se escribe o se imagina

aletea la mirada perdida de los exégetas que, apesadumbrados, hablan

de una tierra saqueada por depredadores sin cultura y sin historia.

Los bárbaros, aquí están"

 

Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación.

A. Baricco (2008)

 

 

Uno de los temas más trascendentales concernientes a la adolescencia, fue sin duda alguna, el maravilloso texto de Guillermo Obiols y Silvia Di Segni Obiols, Adolescencia, posmodernidad y escuela (1991) ¿por qué es trascendente el tema del postmodernismo en la adolescencia? En ambos se comparte el desconcierto: en el cuerpo adolescente, el producido por los cambios bioquímicos, en el posmodernismo se vive el resultado del avance tecnológico y los cambios en las células de la sociedad; ambos resuenan con tema común del desconcierto propio de una época en la que pareciera que en el horizonte se abren posibilidades inagotables y con ello, decisiones trascendentales que algunas veces pueden derivar en la angustia , debido a los límites difusos, resultantes de la crisis en los valores morales y religiosos, al cuestionamiento de las autoridades que se viven como corruptas, a la decepción en los gobiernos y en los sistemas de justicia; en suma, la caída de las utopías modernas. Hoy se goza de más libertad que nunca (tomando en cuenta la propuesta de la democracia y la del capitalismo feroz de nuestras sociedades, la pérdida de poder de la religión y la apertura sexual, sin embargo, nos percatamos de la pequeñez de nuestra individualidad, incapaz de generar cambios trascendentales en el ámbito de lo social, lo económico, lo político y lo ecológico. Jamás se ha tenido tanta información, y nunca habíamos permanecido tan ignorantes. La sobre-especialización ha generado nuevas formas de no-saber. Ante todas estas perspectivas, hay una resonancia de la incertidumbre adolescente, que la exacerba y prolonga. Como se plantea en Adolescencia, posmodernidad y escuela (op.cit.): la sociedad se ha vuelto adolescente.

 

 

 

En este ensayo, he preferido utilizar el término sobremoderno, en tanto me parece que dá la idea de un aceleramiento de lo posmoderno, lo que permitirá esbozar un contexto desde el cual se abordarán las hipótesis posibles en torno al adolescente inmerso en la misma y sus posibles implicaciones, psicológicas y sociales.

La sobremodernidad o hipermodernidad es un concepto desarrollado por el antrópologo francés, Marc Augé (2001) para denominar al fenómeno de aceleración temporal de todos los factores constituyentes de la misma. En la sobremodernidad se tiene una relación nueva con los espacios del planeta, las distancias se perciben mucho más cortas (por la rapidez de las vías de comunicación y los medios) lo produce un fenómeno de achicamiento del planeta. En el discurso actual se habla de globalización, de uniformación, de interdependencia de los mercados. Incluso en el plano de la ecología, las fronteras se borran y nos vemos insertos en un planeta que constituye una totalidad.   Surgen nuevas formas de individualización. La enorme cantidad de información disponible da la sensación de que se forma parte de la Historia, sin embargo, no se tiene ningún poder para controlarla.

 

Nos encontramos viviendo aceleradamente, hoy más que nunca tenemos a nuestro alcance toda la información que jamás hubiésemos soñado y sin embargo carecemos del tiempo para disfrutarla. En lo personal tengo amigos que con orgullo me dicen que tienen más música, más libros digitales, o más películas de las que jamás podrán escuchar, leer o ver. Con orgullo añaden que les harían falta 2 o 3 vidas para hacerlo. A mí me contraría un poco la idea de que puedo acumular la información a la que tengo acceso, pero me angustia el hecho de que jamás tendré tiempo para disfrutarla. Me desconcierta tener a mi alcance tecnología de la cual uso un 20% o 30% de la capacidad de ese instrumento y aún más el hecho de que no puedo ni siquiera someramente explicar cómo funciona.   Jean-Claude Michéa (2009) plantea en La escuela de la ignorancia, una pregunta fundamental con la que culmina su obra. Invierte la pregunta de ¿qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos? por una más apremiante y verdadera: ¿A qué clase de hijos dejaremos este mundo? Ya que somos los humanos los detonadores del estado actual de las cosas y esto seguirá sucediendo en el futuro. Alessando Baricco, contestaría que sin duda alguna, a los bárbaros. Cabe señalar la importancia de una adecuado acercamiento de la terapia familiar dentro de la complejidad de estas resonancias, pues trabajamos con familias que están desarrollándose y viviendo en éste contexto, así los problemas de la familia de los años cincuenta, son muy diferentes a los actuales, por ejemplo, basta con comparar el modelo de padre en las películas de época y el contrastarlo con Homero Simpson y otros más, en los que puede leerse una crisis del lugar del padre. Esto también tiene repercusiones en lo social. No podemos perder de vista que aún con los cambios que la familia ha experimentado, aún sigue siendo la célula más pequeña de la sociedad.

Las décadas se suceden con rapidez, una tras otra, los eventos que tienen lugar en nuestras vidas son sucedidos unos por otros con vertiginosidad, de modo que ni siquiera tenemos tiempo de percatarnos que vamos formando parte de esa historia.   En medio de la superabundancia de acontecimientos y de información nos encontramos perdidos. En esta carrera de sobreproducción y despiadado consumismo, la desechabilidad acecha por todas partes.   Aún el lenguaje, competencia del hombre, se ha visto trastocado. Como señala Derridá (Derridá J., De la Gramatología, 2005) “La muerte de la civilización del libro de la que tanto se habla”.. y una nueva mutación la historia de la escritura, en la historia como escritura. Para mí, el estatuto de existencia de un libro no termina de equivaler a aquella información que de un simple click se elimina su existencia. Añadiré que siento nostalgia de la antigua quema de los libros. El saber significaba entonces algo. En algunos años, probablemente todo signo escrito se realice desde algún instrumento. Después de todo, no dejaremos signos de nuestro paso en el tiempo.   Todo es inmediato y responde al usar y tirar, por ello casi todo corre el riesgo de perder significación a corto plazo. En medio del capitalismo y de una democracia masificadora, todo acto de singularidad y pensamiento podría ser consignado.   El rasgo esencial de esta sobremodernidad es el exceso, la masificación y el consumo.   Estamos sobrecargados de acontecimientos que nos impiden mirar detenidamente el presente y ubicar nuestro pasado, no hay tiempo para hacer reflexiones, si acaso solo existe tiempo para el desecho de lo que ahora se presenta como algo inútil o decadente. Parece que no hay posibilidad de acotarse en el espacio para poder existir. Inmersos en el sinsentido, parecemos querer encontrarlo en lo que hemos hecho nuestro eje de ser: el consumo depredador de todo lo que pueda ser engullido, para poder llenar nuestro vacío.

Viviendo en el mundo de lo inmediato, los parámetros que nos permitían sentirnos seguros en el mundo se encuentran en un cambio continuo, nuevos descubrimientos cuestionan los antiguos paradigmas, podría decirse que la única constante que estamos viviendo es el cambio permanente. La tecnología se va volviendo obsoleta apenas lanzada al mercado, las modas se suceden una tras otra, los films en las salas de cine se estrenan y se quitan aceleradamente en la vorágine del consumo. Esta aceleración que no va a la par de la industria de la creatividad humana (ya que la creatividad requiere de tiempo) nos ha arrojado una serie de refritos fílmicos, en moda y en música bajo los penosos discursos de re-loaded, re-mix, retro. En este aceleramiento todo está marcado por la inmediatez, las redes informáticas ponen a nuestro alcance cualquier tipo de mercancías y servicios. En un mundo digitalizado se va instalando el poder de las nuevas tecnologías (Castells, 1997) el adolescente fomenta la comunicación a través de intermediarios cibernéticos, tecnificando sus vínculos sociales y relacionales. Se alude a la emergencia de la generación ,arroba (Feixa 2001). El consumo es la impronta del hombre moderno.

La realidad como tal se ha vuelto una mercancía, un espectáculo, gracias a los medios de comunicación y su constante bombardeo. Como lo explora Giovanni Sartori, estamos en la época del homo-videns. Augé plantea también el hecho de que la realidad adquiere cada vez más la calidad de un show, una forma de entretenimiento. La información que se privilegia es la imagen y esto va permeando también nuestra forma de relacionarnos con los otros.   La imagen que implica más allá de lo visual y se inserta en lo simbólico. La imagen de la identidad, como esa construcción publicitaria que se hace de uno mismo: baste ver como ejemplo el facebook, en donde desde el anonimato del verdadero ser, se presenta una máscara que pretende representar quiénes somos. Todo es imagen, en el sentido de una preocupación ontológica. Verse bien. A costa de lo que sea, aún exponiendo la vida en un quirófano para obligar al cuerpo a adecuarse a los cánones de lo estipulado.

Ser visto por otros, como una atestiguación y una certificación de la existencia, en esos espacios en los que los anonimatos se suman, donde los cuerpos se confunden en una sola masa de carne humana: el antro, el concierto. Hacerse presente en los eventos masificadores, estar allí, formar parte en lo anónimo. Un no estar para estar. Como si lo actual fuese la proclamación de no existir, de borrarse, o de hacerse lo más virtual posible.   Lo que subsiste detrás de la imagen es secundario, a fin de cuentas, prescindible.   Lo que se dice, apenas raya la superficie. Unas cuantas palabras proclamadas al vacío o a lo que se cree una escucha y que en la mayoría de los casos, se encuentra más cercano a un slogan de tipo publicitario acerca de quiénes somos.

Nuevas formas pseudo-terapéutican aparecen: el discurso del coaching, como una constatación del capitalismo del ser, todo en beneficio de la imago.

Coleccionamos amigos , o mejor dicho nombres y números;   otra forma de consumo, para cultivar el narcicismo. Ni qué decir de esas frases twitteras que dan la sensación de ir escribiendo un remedo histórico de lo cotidiano, para tener la ficticia sensación de trascendencia . Augé menciona acertadamente que “la adicción” a la imagen aísla al individuo y le propone simulacros del prójimo”. Al estar más en la imagen hay menos inversión en relaciones recíprocas. No importa ver al otro sino ser visto. Tener seguidores.

La reciprocidad y el mostrarse han sido las líneas de base de todas las relaciones que se consideran íntimas. Cabe preguntarse qué tipo de relaciones se establecen cuando lo que prevalece es un culto a la propia imagen, en la que se necesita si acaso, la corroboración de alguien que la atestigue, como un simple espectador .

El cambio está dándose continuamente en nuestra manera de relacionarnos con el otro y con los otros. El sociólogo Zygmunt Bauman (2005) en Amor Líquido,   explora el miedo a establecer relaciones profundas y significativas. En una sociedad en la que se habla de la liquidez en términos de economía, se cuestionan las relaciones de manera utilitaria en términos de costo-beneficio.

Convertidos en los homo-videns líquidos, vivimos la saturación del yo, en los espacios anónimos de un mundo desbocado.

   Marc Augé dice que por la mediatización, se hace incierta la distinción entre lo real  y lo ficticio. Muchos esperan con ansiedad el gadget de moda, dispuestos a pasar la noche en la calle para ser los primeros en tener el i-pad. El signo del status tecnológico se ha impuesto. Para aquellos que están dispuestos a celebrar esta nueva soledad tecnológica es que se ha creado eso que se denomina como relaciones virtuales, en las que se da un amplio espectro de intercambios, desde lo amistoso hasta lo sexual. Sitios como second life permiten vivir la alteridad, en donde simplemente se construye todo aquello que quisimos ser. Espacios propios de un yo-ideal caricaturizado en la realidad virtual.   Estas realidades alternas son las válvulas de escape al sinsentido y ello permite tener la ilusión de estar relacionados con otros y permanecer en la aparente seguridad que brinda el anonimato.

Espero que no se me malentienda: no estoy en contra de los beneficios tecnológicos, sino en la exageración de su uso. Cada vez es más común observar parejas y familias que lo único que comparten es un espacio físico, pues cada uno de ellos se encuentra absorbido en su propio instrumento tecnológico. Creo que también privilegiar lo virtual de lo real, tiene costos muy altos. Si esto lo unimos con una nula inquietud intelectual o crítica, creo que los resultados son desastrosos. Son una forma de enajenación de los pueblos, tanto o más peligrosa que la televisión. Por otra parte, no puedo ignorar el hecho de que también posibilita nuevos accesos a la educación, a la información y al ejercicio crítico, pero desgraciadamente y como siempre, el gran grueso de la población, el mayor porcentaje del uso está destinado a fines recreativos. Si ha esto sumamos la idealización de la democracia, como la voluntad de las mayorías, el panorama mundial en términos de un cambio de rumbo de la humanidad, resulta bastante sombrío.

La realidad es algo que sigue sucediendo fuera de los espacios virtuales. La visión del ser humano ya no se encuentra en la realidad del mundo interno, ni en el mundo externo. La visión de los seres humanos amenaza con perderse en el sinsentido de las realidades virtuales, en la enajenación tecnológica. En tanto, las preguntas urgentes por resolver, como la Ecología, (que se ha vuelto a últimas fechas parte de un slogan publicitario) se siguen postergando, dando prioridad al consumo irresponsable que nos caracteriza.

Para concluír el desarrollo del contexto, me permito citar al filósofo y político francés, Edgar Morin:

“La Humanidad dejó de ser una noción meramente biológica debiendo ser plenamente reconocida con su inclusión indisociable en la biósfera; la Humanidad dejó de ser una noción sin raíces; ella se enraizó en una “Patria”, la Tierra, y la Tierra es una Patria en peligro. La Humanidad dejó de ser una noción abstracta : es una realidad vital ya que desde ahora está amenazada de muerte por primera vez. La Humanidad ha dejado de ser una noción solamente ideal, se ha “vuelto una comunidad de destino y sólo la conciencia de esta comunidad la puede conducir a una comunidad de vida; la Humanidad, de ahora en adelante, es una noción ética : ella es lo que debe ser realizado por todos y en cada uno.

Mientras que la especie humana continúa su aventura bajo la amenaza de la autodestrucción, el imperativo es : salvar a la Humanidad realizándola.”

 

En este sentido la construcción de la Humanidad va de la mano a los principios de la cultura, lo que plantea la enorme dificultad a la que nos enfrentamos, si por un lado la época en la que vivimos corre de manera tan vertiginosa, que el tiempo para la reflexión y la crítica que debería enseñarse desde la niñez, es cada día más escaso y se ha dejado la educación en manos del televisor. Como A. Baricco (2008) apunta:

“ Aunque también podría deducirse que somos una colectividad en la que los principios de la civilización siguen siendo una especie de bocado exquisito, reservado a quienes tienen la posibilidad de formarse en las instituciones escolares, mientras que la barbarie es una especie de ideología por defecto, que se concede gratis a todo el mundo y que es consumida de una forma masiva por quienes no tienen acceso a otras fuentes de formación. Algo que no es inédito en nuestra historia: la civilización como lujo y la barbarie como redención de los oprimidos”  

 

O bien como apunta Morin (2001) en la misma obra: “ Los ciudadanos son rechazados de los asuntos políticos cada vez más acaparados por los “expertos” y la dominación de la “nueva clase” impide, en realidad, la democratización del conocimiento”.                

Ni qué decir de lo que devendría la democratización en la barbarie, el poder que se ejerce en las manos ignorantes, o en los monopolios de la masificación y la mediocridad.   Porque entonces la misma democracia plantea un problema, tanto en el orden social como en la familia, debido a una crisis de autoridad. Los adolescentes en el período de la búsqueda de su identidad personal necesitan referencias, símbolos, valores y significación. Dada la inestabilidad y lo indefinido de los límites, pueden conformar su identidad con una nula capacidad crítica, asimilando de manera homogénea cualquier cosa que atraviese a su paso, de manera indiscriminada o bien, rechazando absolutamente todo. Esto conduce a una carencia de ideales, ayudados por la política de la distracción y adoptando las formas colectivas que invitan a evadirse y permanecer inactivos (los “nini”) y sobre-estimulados en un afán meramente hedonista. Todo esto aunado al hecho de que existe un desfase entre la más temprana maduración psicobiológica y cognitiva y la moratoria cada vez mayor en su inserción a la sociedad y a la actividad económica. También en fenómeno de sobreeducación promueve este desfase, retrasando lo que hace algunos años constituía el factor para el ingreso a una vida adulta: la independencia económica y el ingreso al ámbito laboral.

En los tiempos actuales los adolescentes sufren decepción, aún cuando ésta se oculta en una aparente conformidad y de disfrute consumista o de ocio, como un intento de adaptarse a una realidad que se intenta simular. Semejantes contradicciones son evidenciadas por Urra (2002) “Vitalidad, efervescencia, ilusión, tristeza y hasta desesperación”.

Para concluír este ensayo, me parece extremadamente importante aclarar que si bien existe un modelo teórico que aborda la adolescencia, me parece también que debido a la complejidad de nuestro tiempo, es necesario tener presente la premisa de que no existe una juventud ni una adolescencia , sino una multitud de adolescentes y jóvenes, lo que hace necesario la mirada renovada y compleja, debido a la especificidad de los contextos socioculturales y económicos.   Así cada adolescente debe ser mirado desde su singularidad.

 

BIBLIOGRAFIA

        

     Augé M. (2001) Los “no lugares” espacios del anonimato . Barcelona: Gedisa.

 

     Bauman, Z. (2005) Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Mexico: FCE.

    

     Derridá, J. (2005) De la Gramatología. Mexico: Siglo XXI.

 

     Feixa, C. Generación   . La adolescencia en la era digital. Cuadernos de Pedagogía, 320, 52.55.

 

     Giddens, A. (2007) Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Mexico: Taurus.

 

     Michea, C. (2009) La escuela de la ignorancia. España, Ed. A. Machado libros.

 

    Morin, E. (2001) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro .Barcelona, Paidós.

 

     Sartori, G. (1998) La sociedad teledirigida. Madrid. Santillana-Taurus.

 

 

 

 

 

    

    

 

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